sábado, 19 de marzo de 2011

Quiere olvidarse, pero no lo consigue . .

Son las dos de la madrugada, de una noche fría y tenebrosa. El viento silba con fuerza, y roza los cristales del ventanal de la habitación. Aquel roce, produce un sonido atronador, macabro, propio de películas de terror y de leyendas terroríficas. Es como el típico sonido de las películas que odia. Y es que ella, no soporta el miedo, en cambio, siempre convive con él. Se levanta con él, es su prenda indispensable, siempre esta ahí y se acuesta con él, es la manta que le arropa por las noches. Muchas personas lo dicen, uno de los mayores defectos, es el miedo a vivir.
Se levanta, aquel sonido atronador, no le deja dormir y está comenzando a temblar. Mira a un lado y a otro de la oscura habitación, pero no ve nada, ni a nadie sospechoso. El silencio es su único acompañante, y en cierto modo aquello le agrada. Se levanta de la cama, y temblorosa, se dirige hacia la pequeña lámpara de su mesa de estudio. Cuenta hasta tres para sus adentros, aquello le relaja, le permite mantenerse concentrada en una cosa, distinta del miedo infernal que se apodera de ella. Queda tan sólo dos pasos, para acercarse a la lámpara y cuenta por última vez hasta tres: uno, dos, tres..., y la lámpara de su mesa de escritorio se enciende. Aquello le aterra, pero abre los ojos, y contempla su habitación igual, que hacía apenas unas horas. Los cuadros en su sitio, los libros en su estantería y los peluches depositados en el suelo como los había dejado colocados antes de dormirse. Se pasa la mano por la frente, y está sudando. No puede más. Se lleva sus dos manos al rostro, y comienza a llorar en silencio, no quiere despertar a sus padres y menos a su hermano. Así que se deja caer en la alfombra y se abraza a su jirafa de peluche. Respira y inspira, desea relajarse. Quiere olvidarse de lo acontecido aquellos últimos días, pero no lo consigue.


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